Como familia, siempre supimos que queríamos que nuestros hijos crecieran rodeados de arte, de sensibilidad, de algo que los inspirara y los hiciera vibrar. La música siempre fue parte de nuestras vidas, pero sentíamos que necesitaban un espacio donde esa pasión pudiera florecer de verdad.
Así llegamos a conocer a la Octava – Orquesta y Coro Valle Central de Tarija. Desde el primer momento, sentimos que era un lugar distinto: con un enfoque serio, humano, profundo. No era solo una escuela de música — era una comunidad viva, comprometida y llena de alma.
Tomamos entonces una decisión importante: mudarnos a Tarija para que nuestros hijos pudieran ser parte de este proyecto. Lo hicimos pensando en su formación musical, pero pronto nos dimos cuenta de que estábamos regalándoles algo aún más grande: una red de amigos, una rutina sana, momentos de superación, escenarios compartidos, y sobre todo, un entorno donde se sienten valorados y escuchados.
Gracias a los profesores Laurent Astruc y Valentina Janco, que dirigen este proyecto con excelencia, sensibilidad y una entrega absoluta. Su dedicación va mucho más allá de las partituras: acompañan a cada niño, a cada familia, con paciencia, profesionalismo y mucho corazón.
Hoy vemos cómo nuestros hijos se transforman con cada ensayo, con cada concierto, con cada aprendizaje. La música les ha dado confianza, disciplina, alegría. Y nosotros, como padres, no podemos estar más agradecidos.
Mudarnos a Tarija fue una decisión valiente… y profundamente acertada.
Gracias a la Fundación Musical Octava, por abrirles las puertas a nuestros hijos y regalarnos tanto.
Familia Kiechle Borovik
